sábado, 4 de mayo de 2013

Ser valiente conlleva excederse.


Situarse ante un film como Ayer no termina nunca, lo último en llegar a las salas de Isabel Coixet, no es fácil. Primero por la propia condición del mismo, una película intimista, de bajo coste, de base visiblemente teatral (dos personajes, un único escenario) y que además comulga con el estado de indefensión e impotencia de la sociedad española actual sometida bajo presión constante ante esta demoledora crisis que llevamos a cuestas. Pero, una vez visionada, Ayer no termina nunca hace aún más difícil el posicionarse ante ella. Quizás a algunos les haya resultado fácil juzgarla (tanto para bien como para mal), pero lo que es a este servidor, la cosa le resulta en exceso ardua. Tal es el grado de desconcierto que ha provocado en mi ser su visionado.


A priori, la cinta comienza de manera altamente sugestiva, llevados de la mano de un sensible y casi emocional montaje en paralelo que, primero, nos contextualiza la historia y, segundo, nos ofrece una aproximación realmente bonita al perfil de los personajes protagonistas. La cámara parece estudiarlos, en silencio, atenta a sus más insignificantes gestos, pendiente de manera rigurosa de cada uno de sus detalles. Hasta que se produce el encuentro esperado entre ambos. Entonces, la cámara de Coixet se hace a un lado y deja de estudiarlos para limitarse a observar el modo en el que ambos seres, heridos en lo más profundo de sus almas, toman contacto, rompen el hielo que habita entre ellos y se relacionan. Así, dejando caer todo el peso de la historia en las interpretaciones de sus intérpretes, Coixet parece querernos decir que, a pesar de ser ella la artífice del guión, no piensa tomar partido por nada de lo que acontezca a partir de ese momento ante la cámara, postura en cierto modo contradictoria con una puesta en escena en la que, conforme avanza el metraje, van colándose cada vez más fogonazos de un estilo, en la manera de encuadrar, de organizar los elementos dramáticos y a los personajes dentro del espacio, que desentona casi por completo gracias a una excesiva ampulosidad que da de sí un pretencioso y vacío aspecto formal, bello hasta el paroxismo, sí, pero a la postre de frustrada eficacia.


Y es que el empuje y el tesón que encierra dentro de sí la película de Coixet no vienen dados por la directora, sino por unos actores en absoluto estado de gracia. Son, digámoslo sin tapujos, los trabajos de Javier Cámara y Candela Peña los motores que aportan y desarrollan la intriga, la tensión y la emoción que, de manera más o menos fortuita, contiene en su interior esta Ayer no termina nunca. Cámara, fiel a la agradecida máxima del "menos es más", compone una interpretación sosegada y pragmática, convenientemente medida y ajustada al ritmo cadencioso de esa desnudez emocional y sentimental que efectúa su personaje, dando de sí un trabajo que alcanza lo sublime en el plano final frente a la tumba de su hijo. Esta inteligente ausencia de efectismos y truculencias en la plasmación interna de su rol es la razón por la que, a primera vista, su presencia parezca en la cinta un tanto obnubilada por el agresivo y contundente despliegue efectuado por su compañera de marras, una Candela Peña desgarrada y desgarradora, inconteniblemente subyugada por el inmenso dolor que acarrea su personaje, lo que permite a la actriz un demoledor y sincopado tour de force que juega peligrosamente en su intensidad y arrojo a hacer que el trabajo de la actriz, verdaderamente entregada, caiga en una excesiva (y ridícula) afectación, lo que más que una virtud, resta valor al alcance último de algunos momentos, naufragando éstos en sus pretendidas intenciones.


Este error (leve y episódico en la interpretación de Candela Peña) es, sin duda, el gran fallo que encierra dentro de sí el planteamiento formal y narrativo que nos propone la directora catalana en Ayer no termina nunca, película absolutamente bien intencionada en sus premisas que, por desgracia, transgrede las voluntades y ánimos del espectador gracias a una constante y permanente obsesión por mostrar, por explicar en demasía, por ser absolutamente franca. ¿Y es esto un fallo? Sí, cuando la ley que impera es la de abusar hasta el hartazgo, hasta la extenuación misma, de un exhibicionismo morboso y trascendental (verbal y emocional), sin dejar ni siquiera una rendija de respiro para que asome la tan anhelada sutileza. No, en Ayer no termina nunca no hay cabida para las medias tintas, todo se exhibe de manera frontal, resultando con ello una película hasta cierto punto zafia y sin escrúpulos, que allí donde pretendía ser un estudio sobre las consecuencias de la actual crisis en un futuro inmediato, termina siendo un molesto ejercicio apologético de sus desastres; al mismo tiempo que, pudiendo erigirse en una pormenorizada, conmovedora y valiente exploración de los recónditos rincones del alma en los que habitan la culpa, el dolor y, finalmente, el amor, la película de Coixet prefiere ser ostentosa y estridente al deleitarse con tan poco tacto en el sufrimiento más insondable. Eso o que, quizás, todavía no estamos preparados para enfrentar una obra que, por encima de todas las cosas, se descubre dura y desapacible, valiente al fin y al cabo.


Puntos fuertes a los Goya 2014:
- Mejor Película.
- Mejor Director: Isabel Coixet.
- Mejor Guión Adaptado: Isabel Coixet.
- Mejor Actor: Javier Cámara.
- Mejor Actriz: Candela Peña.
- Mejor Música Original: Alfonso Vilallonga.
- Mejor Fotografía: Jordi Azategui.

2 comentarios:

Benigno dijo...

Yo tengo que reconocer que me ocurrió que conecté con la película de principio a fin. Así pues, aún reconociendo las características discutibles de la película evidentes, que para mi no son errores, pero si aspectos que no terminan de funcionar (lo explicas muy bien con la exposición del dolor hasta el agotamiento) debo decir que la película me ha parecido un ejercicio de estilo magnífico. Los actores no es que estén bien, es que están superlativos. Sobre todo porque la entrega es total y absoluta y aunque es difícil ver la construcción del personaje porque el carácter es tan visceral y obscenamente expresivo que puede resultar excesivo de forma infructuosa. A mi me convencieron en todo momento, a pesar de la personalidad teatral del conjunto.

Unknown dijo...

Yo creo que necesito un segundo visionado para terminar de definir mi opinión verdadera de la película. Aunque me da miedo, no vaya a ser que termine siendo destructiva.